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La evaporación de la civilización
sábado, 7 de octubre de 2006
Hugo Salinas Price

Hasta los inicios del siglo XVII la filosofía de la civilización occidental era la filosofía de Grecia y Roma, conservada y desarrollada por la escuela escolástica de la Iglesia Católica. La “Ciencia” se llamaba en esos tiempos, “filosofía de la naturaleza”. La Filosofía (y la filosofía de la naturaleza) incluían a la metafísica, un campo de investigación que se basa en la deducción lógica y que intenta explicar el mundo material como efecto de causas que operan más allá del mundo material.

De pronto, aparecieron dos pensadores, Francis Bacon (1561-1626) inglés y René Descartes (1596-1650) francés. Entre los dos, colocaron los cimientos de la  “revolución científica”. Debido principalmente a la influencia de estos dos hombres, la metafísica entró en retirada y sigue ahí. Francis Bacon declaró que la inducción – el descubrimiento y la formulación de leyes físicas basadas en la experimentación – era el único camino para llegar a la verdad científica. René Descartes prestó valiosa ayuda  con sus adelantos en las matemáticas. (Las gráficas que tanto usamos hoy en día, las inventó él.)

La filosofía clásica fue quedando en el olvido y el materialismo (“toda la ciencia es medición y únicamente la medición produce ciencia”) se apoderó del mundo.

La revolución científica, por sí sola, no hubiera afectado al mundo tanto como lo ha hecho, si no hubiera sido por un factor que le dio efectividad: la invención de la máquina a vapor, que funcionó con la energía que proporcionó el carbón. La revolución científica combinada con el carbón, produjo la revolución industrial que inició, según los historiadores, más o menos en 1780.

Cien años más tarde, en 1880, se pudo ver que la energía a base del petróleo era la energía del futuro. Desde entonces, el petróleo ha proporcionado energía abundante y barata para el mundo. El petróleo se produce, y tiene que producirse, en cantidades cada vez mayores para que el mundo siga en movimiento a una velocidad cada vez mayor.

La civilización desaparece en el hervor

La historia de la civilización occidental desde la revolución industrial puede asemejarse a una olla de agua sobre una estufa encendida. A medida que más y más energía calienta el agua de la olla, comienza a echar vapor, luego comienza el hervor y finalmente el agua está en plena ebullición. Seguirá en ebullición hasta que toda el agua se evapore.

Esto es lo que les ha sucedido a todas las sociedades humanas, que han tenido que absorber cantidades cada vez mayores de energía inyectada; energía proveniente de varias fuentes, desde luego, pero principalmente del petróleo.

Todas las sociedades humanas están siendo desestabilizadas por la energía que les es inyectada. Dado que las sociedades se componen de seres humanos, podemos observar claramente como entre más “desarrollado” el país, mayor es la actividad física y mental de su población; la población no tiene alternativa a la actividad incesante. Nos guste o no, la energía en las sociedades en las que vivimos nos impulsa: el movimiento, tanto físico como mental, se vuelve imperativo para cada uno de nosotros, tal y como la molécula de agua no tiene la posibilidad de quedarse quieta en una olla de agua hirviente. Cada americano consume – diría yo, con mayor precisión “está siendo hervido” – en 27 barriles de petróleo cada año. La cifra para México es de 7 barriles por habitante por año. China consume cerca de 2 barriles por habitante anualmente.

Esto desestabiliza a cualquier sociedad, porque la energía en aumento que está impulsando a los seres humanos a una vida cada vez más inquieta lanza a estos seres humanos a chocar con las instituciones estables de una era pasada más tranquila. Todas las instituciones están cediendo. En Estados Unidos, el caos es cada vez mayor y debido al debilitamiento de frenos institucionales; existe una situación donde uno de cada 150 americanos está en la cárcel.

Podemos mencionar varias instituciones que se están quebrantadas: la familia, las tradiciones respecto a la vida sexual y el respeto para al Autoridad, por no mencionar más que tres. Sin embargo, nos interesa muy particularmente la institución del dinero.

La evaporación del dinero

¡La institución del dinero se ha evaporado completamente! Ya no se usa el dinero en ninguna parte del mundo. Lo que usa la humanidad como dinero es una simulación de dinero, simples vales que se usan en todas partes como medio de cambio.

Sin embargo, estos vales no son realmente dinero – definiéndose el dinero como una cosa de valor que cuando se entrega en un intercambio, constituye pago. El dinero en el mundo de hoy no es una cosa; es una nada, un simple número ya sea que esté impreso en un papel, grabado en una moneda o que sea un número representado por “bits” en un disco de computadora. Ya que este “dinero” no es una cosa, sino solamente una “no-cosa”, un número sin sustancia, entregarlo en un intercambio no puede constituir pago y de hecho no es un pago.

¿A dónde fue a dar el dinero? La mayor actividad humana que resultó de la revolución industrial tuvo su origen en el proceso de inyectarle energía a las sociedades humanas; el incremento en la actividad humana se reflejó en un gran incremento en el comercio, en el transporte y en las comunicaciones. Primero el carbón y después el petróleo han hecho que la gente de hoy sea, sin comparación, más activa y más inquieta que en ningún otro período histórico. A medida que el comercio, la transportación y las comunicaciones aumentaron en volumen y velocidad, surgió naturalmente la necesidad de contar con una forma más ágil y más veloz para efectuar pagos. Así fue como se generalizó el uso de un “derivado” del dinero: el billete “pagaré” bancario, redimible a la vista y al portador, fue bienvenido por la población mundial, que era impulsada a creciente actividad debido a la energía que absorbía.

El uso de billetes – derivados del dinero –   al lado del uso de dinero real tuvo por resultado la inflación del circulante monetario. Estos derivados se emitieron por múltiplos de su “subyacente”, el dinero real. Esta inflación del circulante por medio de derivados de dinero, torció la producción más allá de las necesidades reales del mercado. Para ocultar las consecuencias, la banca emisora de billetes no tuvo otra alternativa que emitir más billetes, lo cual ocultó el problema pero al mismo tiempo, lo hizo mayor y más difícil de corregir.

Los banqueros no son pensadores. Son hombres de negocios de carne y hueso que quieren hacer crecer sus negocios de tal forma que puedan recoger la mayor cantidad posible de riqueza. Su atención no está centrada en cuestiones de principios. Los banqueros y los economistas que tienen a sueldo inventaron formas para eliminar los obstáculos a la expansión de su negocio, que es prestar dinero.

Para no hacer largo el cuento, los derivados – que se pusieron de moda porque hicieron posible atender más velozmente a mayor cantidad de transacciones, producto de la aplicación de cantidades cada vez mayores de energía a la sociedad – acabaron por desplazar al propio metal de referencia subyacente, que eran el oro y la plata.

Hoy, los billetes ya no son derivados del oro o de la plata. No se refieren a algún valor subyacente y no prometen cosa alguna al tenedor. Ya no son dinero, aunque parezcan serlo.

Desde el 15 de agosto de 1971 el dinero del mundo dejó de ser una cosa; ya no es ni siquiera el derivado de una cosa, porque se esfumó toda relación “derivada” de su “subyacente”, el dinero real. Por lo tanto, desde esa fecha hace 35 años, las naciones no han estado saldando sus cuentas internacionales. Ya no hacen más que pasarse los vales (dólares, euros, yenes, libras, etc.) que son los medios de cambio que se usan. Los montos de vales son ya astronómicos.

La energía petrolera ha descarrilado casi todas las instituciones del mundo. Éste es un hecho aterrorizante, porque una sociedad sin instituciones es la definición de una sociedad bárbara. Un mundo sin instituciones sociales duraderas que limitan y encausan a la vida humana es un mundo bárbaro. La última institución que quedará es la que caracteriza a la barbarie – el Ejército. A eso nos estamos acercando.

¿Por qué el petróleo pudo volcar a casi todas las instituciones de mundo? ¿Por qué se disolvió el Mundo Occidental en la olla de agua hirviendo que he mencionado? ¿Por qué no pudo aguantar el calor? Todo esto sucedió porque el mundo abandonó a la filosofía en el siglo XVII. Poco a poco la sabiduría acumulada de dos mil años de filosofía fue desplazada a favor de los éxitos deslumbrantes de la ciencia materialista y sus aplicaciones a la producción de maravillas asombrosas, siempre utilizando más y más petróleo. Los principios detenían y obstruían a hombres que tenían prisa; los hombres de negocios vieron como virtud admirable el ser “práctico”, ser “pragmático” para  parchar por un momento, los agujeros causados por problemas de fondo. Hoy, quien da importancia a los principios es un necio; el que sabe improvisar es brillante.

La filosofía nos abandonó porque no la queríamos más; nos ha dejado en la olla colocada sobre la estufa de petróleo. Ahí seguiremos hasta que volvamos a la barbarie.

El Nuevo Orden Mundial se basa en energía abundante y dinero simulado.

Quienes mandan en el mundo, mandan gracias al dinero simulado que hoy usamos – el dinero verdadero se esfumó en definitiva hace 35 años. Los que mandan observan la condición desestabilizada de todas las sociedades en el mundo; los amos del dinero pueden emitir cantidades ilimitadas de dinero simulado y de crédito denominado en ese dinero simulado. Llegan a la conclusión que  el mundo, en este estado de reblandecimiento y semi-barbarie, es suave y dúctil y susceptible de tomar la forma que les parezca conveniente darle. Las sociedades cuyas instituciones están debilitadas o inoperantes son sociedades que carecen de estructura; son moldeables y formables como el hierro al rojo vivo.

Los gobernantes tienen la intención de hacer esto. Existen dos imperativos: el petróleo tiene que ser abundante y el dinero simulado no debe tener competencia. Con estos dos elementos se hace posible el control mundial, y la forma de la sociedad mundial está en sus manos.

Sin embargo, creo que los que aspiran al control mundial se engañan. Si  hemos llegado ya, al punto en que la producción petrolera mundial ya no puede incrementarse, o  si llegaremos a ese punto dentro de 50 años, el efecto será el mismo: el petróleo se volverá muy escaso y muy caro. La consecuencia será que las sociedades en el mundo marcharán con menor velocidad; el paso más lento significará que habrá más tiempo para pensar y habrá menos movimiento frenético, en respuesta a la menor cantidad de energía que absorbe la sociedad humana. La desaceleración traerá consigo una reducción en el número de habitantes en el mundo. La reducción en el consumo del petróleo reducirá la cantidad de fertilizantes producida y se reducirá la cosecha mundial de alimentos; habrá menos maquinaria para sembrar y cosechar, menos transportación para mover las cosechas, menos energía con qué transformar y envasar productos alimenticios y llevarlos al mercado. Menos alimentos en los mercados dará por resultado, menor población.

Es duro decir estas cosas pero creo que expresan la verdad.

A medida que el mundo desacelera porque “baja la llama debajo de la olla” y la gente tiene más tiempo para sentarse a pensar en un ambiente más “fresco”, la humanidad podrá recobrar, quizás, la tranquilidad e iniciar la reconstrucción de instituciones conducentes a la vida civilizada. El imperio de los gobernantes del mundo no seguirá siendo todo poderoso.

Por lo que toca al dinero simulado, los gobernantes del mundo intentarán suprimir toda competencia a él. Al paso que la humanidad sufra el castigo del proceso de enfriamiento energético podrá, quizás, redescubrir la filosofía; podrán quizás disolverse las ilusiones materialistas de la Revolución Industrial y de la era del petróleo. La contemplación – el pensamiento en la tranquilidad  – también es una actividad, de hecho, es la actividad suprema del alma: la contemplación de la verdad es acción pura del intelecto.

Quizás la humanidad pueda sacudirse la confianza irracional en el dinero simulado. La energía ha trastornado de tal forma a la sociedad que pocos pueden percibir el fraude. Como Alicia en “El País de las Maravillas”, todos corremos como locos simplemente para quedarnos en el mismo lugar. La reinstitución de dinero real en la sociedad será el re-establecimiento de la vida civilizada: el pago significará, una vez más, entregar algo de valor a cambio de algo de valor, y no la entrega de un papel o vale que vale nada, a cambio de algo con valor. El dinero real es la institución central de la sociedad humana (si excluimos a la religión y a la filosofía como instituciones superiores de naturaleza más elevada). El dinero real es el elemento material que opera como el cemento que aglutina a una sociedad y permite la vida civilizada en la división pacífica del trabajo. Sin este cemento no podemos construir grandes empresas; en la ausencia del dinero real se vuelve imposible la vida social y viviremos en un estado virtual de guerra de todos contra todos. Quizás se redescubrirá el dinero real a medida que comienza a enfriarse la sociedad en el mundo.

La “energía libre” es la muerte de la civilización

Hoy, los científicos trabajan para inventar artefactos que producirán electricidad tomando la energía latente en el espacio cósmico; el flujo de energía será inagotable a cualquier volumen deseado y eternamente. Certificamos y garantizamos que este proyecto “hervirá y vaporizará el agua en la olla” a la cual nos hemos referido, hasta la última gota y ¡puf! la Humanidad habrá desaparecido y quedarán sólo salvajes brutales. En Suiza, al día de hoy, existe una comunidad religiosa Cristiana cerca del poblado de Linden. En un edificio en esa comunidad existe un aparato que produce más energía de la que requiere para funcionar. ¿Por qué no se han colocado estos aparatos en el mercado? Los mayores de esa comunidad contestan: “Porque la humanidad no está preparada para recibir esta invención”. Tienen toda la razón al decidir así. Pero otros trabajan con el mismo fin y han conseguido resultados favorables – favorables para nuestra definitiva extinción como seres humanos.

Francis Bacon y René Descartes dieron comienzo a la veneración del número y de la cantidad en esta era moderna nuestra. La medición, como el todo y la finalidad de la ciencia, se fundamenta en el Número. René Guenon, un filósofo francés de la primera mitad del siglo XX tildó a nuestra era como “El Reino de la Cantidad” en un libro que lleva ese título, “Le Regne de la Quantité”. En verdad, la humanidad ha sido seducida. Olvidó dos mil años de herencia filosófica y tornó a la veneración del número, y el número y la medición se relacionan con la materia. De tal forma que el “Reino de la Cantidad” es el “Reino de la Materia”. El Materialismo es nuestra anti-religión.

Guenon pensó que nuestros tiempos son parte de un ciclo y que la duración de nuestro ciclo se aproxima con velocidad cada vez mayor. El ciclo se repite una y otra vez, procediendo de la Calidad a la Cantidad a medida que entra en descomposición. Según Guenon, al final del ciclo desaparecerá nuestra humanidad presente y en el mismo instante, aparecerá una nueva humanidad.

¿Se recuperará la humanidad de la orgía de energía petrolera que ha expulsado a la paz mental, a la filosofía, a la religión y a las instituciones civilizadas del ámbito de la vida humana? Creo que es posible tal recuperación.

¿Logrará la humanidad extinguirse por medio de artefactos de “energía libre”? Quizás.

¿Estamos condenados a la extinción por una Ley de un ciclo inevitable que controla la vida humana? No puedo pensar en tal forma.

Si suficientes personas toman conciencia de que “estamos en la olla”, quizás podríamos hacer algo para alterar el curso que han tomando los acontecimientos.

La institución del dinero real

El plan de acción que ha tomado la pequeña organización que presido, la Asociación Cívica Mexicana Pro Plata, A.C. consiste en reintroducir el dinero de plata a la circulación en paralelo con el dinero simulado. Este método permite la coexistencia del dinero de plata con el dinero simulado a pesar de los volúmenes cada vez mayores de dinero simulado que entran a circular en la sociedad. Esto sucederá porque el dinero de plata, bajo este plan, no llevará un valor nominal grabado. El dinero de oro y plata que existió antes, salió de circulación  porque la inflación monetaria del dinero simulado provocó un alza en el valor del oro y de la plata en las monedas de estos metales y dicha alza llevó ese valor a exceder el valor grabado. El dinero de oro y de plata alcanzó el “punto de fusión” y como resultado se desmonetizó.

“El comienzo es más que la mitad” decía un refrán de los antiguos griegos. Intentar el reestablecimiento de la institución de dinero real por medio de la abolición total, de golpe, del dinero simulado, es buscar el colapso masivo mundial de toda la actividad económica. Creo que tal proyecto no recibiría el apoyo de la enorme mayoría de la gente en cualquier país. Por otra parte, un proyecto que intenta instituir el dinero real en paralelo con el dinero simulado es una invitación que no amenaza y que ofrece una apertura plena de oportunidades nuevas y atrayentes.

Las modernas condiciones de perpetua inflación de la masa monetaria han causado la obsolescencia de monedas de oro y de plata con valor grabado. En esta época el dinero real, de metal precioso, está obligado a no tener un valor nominal grabado – únicamente un valor cotizado, un valor emitido por la autoridad monetaria. A medida que suba el valor del oro y de la plata debido a la inflación monetaria del dinero simulado, también subirá la cotización oficial. Una condición indispensable para que estas monedas se vuelvan dinero es que tal cotización no se pueda disminuir por razón alguna.

Esto es todo lo que todas las sociedades humanas de hoy necesitan hacer, para recuperar la institución más fundamental de todas las instituciones materiales: el dinero real. Es indispensable crear esta institución; no importa que la cantidad de tal dinero de metal precioso sea mínima. Al mirar hacia el principio o calidad, antes que a la cantidad y el número, la sociedad que instituya el dinero real habrá actuado en los más altos intereses de la vida humana.

En las palabras de ese ilustre estadista, Jorge Washington: “Alcemos una norma a la cual puedan adherirse los sabios y honestos.”

El tiempo revelará las contracciones devastadoras que darán término a la simulación del dinero. Un dinero real basado en principio eterno – el pago consiste en dar algo a cambio de algo – perdurará. Al terminar la gran farsa del dinero simulado, las monedas de oro y plata perdurarán en operación para lograr la paz y la cooperación entre seres humanos, y no bárbaros salvajes.