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Moneda de Plata para México

Estabilidad y orgullo nacional

Precio Onza Libertad Fuente: Banco Azteca, Institución de Banca Múltiple.
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¿Dólares o plata?
martes, 6 de abril de 1999
José Alberto Villasana Munguía

¿Dólares o plata?

El debate sobre el modo en que se podría fortalecer nuestra frágil moneda sigue suscitando encontadas declaraciones que, lejos de propiciar un debate responsable y serio, se limitan a manifestar posiciones políticas e ideológicas.

En la última de ellas, el asesor de Henry Kissinger, Alan Stoga, señaló que el presidente Ernesto Zedillo y su incompetente burocracia se oponen a dolarizar la economía por el temor de perder el control que tienen sobre los empresarios.

Dicha oposición presidencial se dió, como respuesta a la instigación del líder empresarial Eugenio Clariond, pocas semanas después de que el director de la Reserva Federal, Alan Greenspan, respondiera que la dolarización es altamente inviable e inconveniente para nuestro país, advirtiendo que el organismo a su cargo está para defender los intereses de los ciudadanos norteamericanos, y no el de otros países.

Por otro lado, economistas y políticos de corte nacionalista han abierto otro frente al sostener que una solución más segura y fácil sería la de volver a un patrón metálico, concretamente la plata. Al mismo tiempo que Clariond pedía la dolarización, Diego Fernández de Cevallos reaparecía en la palestra política declarando que, para hacer frente a la volatilidad de los mercados, a la inexorable devaluación del peso y a la irresponsabilidad de las autoridades que imprimen billetes de forma arbitraria, México tiene, en la plata, la posibilidad de una moneda fuerte que podría llevar a la reestructuración del sistema financiero y monetario.

Cuatro días antes de que apareciera el artículo de Stoga, el secretario de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Cuauhtémoc Cisneros, señaló que la plata podría ser un camino privilegiado para fortalecer la economía mexicana sin tener que vender la soberanía y la identidad nacional. Esto lo dijo al premiar el trabajo que presentó, ante la Academia Nacional de Comunicación Social, el asesor nacional en finanzas Francisco Helguera, bajo el título "Reforma del sistema financiero mexicano: ¿Plata o dólares?".

Hasta ahora, la discusión se asemeja a la que gira en torno a la posibilidad de participación de capital privado en el sector eléctrico y petrolero. En él, ideologías e intereses impiden un estudio integral y desapasionado. Tampoco en éste, que es el sector más estratégico para el país, el de su moneda, se ha realizado una exposición de motivos, de ventajas y desventajas, de riesgos y beneficios.

Dejando a un lado el dictamen apresurado y de cliché, de gobernantes que rechazan la dolarización por el sólo hecho de que los gurús de la finanza anglosajona coaccionan a mantener la libre flotación, urge sentar a legisladores y responsables de la economía para sopesar los argumentos que más pesan en esta cuestión.

Quienes se inclinan por el dólar tienen toda la razón al señalar que urge limitar la discrecionalidad con la que el Banco de México fabrica billetes sin respaldo. Mediante esa maquinita, el Gobierno grava a la población con el primero de los impuestos: la inflación. Así se financía el gasto público, se mantienen altos los niveles de corrupción y, efectivamente, se controla a los empresarios. También están en lo cierto cuando dicen que el alto costo del capital va a seguir destruyendo la capacidad competitiva empresarial y las posibilidades de crecimiento del país.

Pero las críticas de los que están a favor de la plata y en contra del dólar también son dignas de atención. Entre ellas destaca la de Robert Barro, profesor de Harvard, al advertir que una unión de desiguales llevaría a un control del más fuerte sobre los recursos naturales del más débil, pues la sustitución de la base monetaria supondría la entrega de bienes y servicios: la nueva moneda, dice, necesariamente se tendría que comprar.

Otra es la del profesor Steve Hanke, experto mundial en cajas de conversión, quien coincide con Greenspan al señalar que, además de irreversible, la política económica de los países que adoptan la dolarización nunca más está en manos de nacionales, pues se decide en un Congreso en el que ni siquiera tienen representación. Además, no habría banco de última instancia por lo que, en una crisis, los bancos simplemente quebrarían.

Hanke ha sido el más autorizado para decir que, en México, la plata podría funcionar como caja de conversión, con la ventaja de que el valor de la moneda lo estableceríamos los mexicanos dentro del país, al desaparecer la necesidad de reservas y al ser el principal productor de este metal.

Helguera añade otros motivos: se bajarían radicalmente las tasas de interés, se resolvería el problema de tener que captar recursos del extranjero, el atractivo de inversión seguramente atraería capitales de todo el mundo, se recuperaría la confianza interna y se recuperaría el hábito del ahorro. Las monedas de plata, señala, tendrían que ser sin valor nominal, con poder liberatorio ilimitado, y con capacidad de generar bajo interés al préstamo máximo de 90 días.

La oposición viene nuevamente de las autoridades gubernamentales: habría que crear una banca comercial, como existió hace años en nuestro país, en la que cada banco emitía responsablemente sólo aquella cantidad de billetes que podía redimir. Obviamente, ello ata las manos a la arbitrariedad monetaria del Gobierno. Otra objeción viene de la oligarquía financiera, pues se restringe su capacidad de especular y comerciar con el peso. No ocultan por supuesto, que ellos están listos para correr al oro después de haberlo mantenido artificialmente bajo durante los últimos años.

En este punto la discusión llega a un callejón sin salida. La única solución sería que algún candidato a la presidencia tomara la plata o el dólar como bandera de campaña. Al menos estaríamos ante promesas concretas y no huecas. Mientras esto no suceda, se debería establecer una comisión interdisciplinar que sopese, a la luz pública, los argumentos de una y otra alternativa, dólar o plata.

El debate es impostergable. El peso se ha devaluado en un 80 mil por ciento frente al dólar en los últimos 25 años, el crédito se ha vuelto enemigo del crecimiento, la altísima inflación frena el desarrollo productivo y el nivel económico familiar y nacional se sigue erosionando en forma acelerada. Pero la información tiene que ser correcta y completa. Sequir el camino más fácil podría originar daños irreparables a la nación.

La moneda mexicana ha pasado del ocho reales que valía, una de las monedas más fuertes del mundo, que trascendió la colonia, la república y dos imperios, al peso actual que literalmente no pesa nada, en ningún sentido.

¿Se atreverán los gobernantes a abrir una mesa para que puedan debatir los expertos de ambas posturas, plata o dólar, o acabarán dándole la razón a Alan Stoga por el miedo al cambio? El bienestar del pueblo es el que está de por medio.

José Alberto Villasana es analista de asuntos internacionales. Si tiene algún comentario su dirección de e-mail es: avilla@df1.telmex.net.mx